27 de abril de 2014

La casa de Eulalia



Eulalia tiene la casa con mejores vistas de todo Langreo. Y lo sabe. Presume de ello con una sonrisa cuando alguien se lo dice. Se lo dicen siempre. “Lali, fia, tienes les mejores vistes de todo Langreo”. Sonríe y asiente. Pone una mano en la oreja. “Y por el verano, si estás en silencio, escuchas la megafonía de Salvamento de Gijón. Es como si estuvieras en la playa”, dice Eulalia mientras se seca las manos con el mandil. En casa ha habido matanza y toca recoger. Tarda poco en ofrecer picadillo casero.
-¿Pero cómo la playa, Lali, si tas a 30 kilómetros?
-Que sí, que sí, la playa de San Lorenzo, óyese el anunciu de les marees y les banderes. Óyese todo. Cuando los temporales de diciembre, parecía que nos caía una ola encima.
-¡Qué exagerá fuiste toa la vida, Lali!
Exageración o no lo cierto es que desde casa de Eulalia, si el viento tira ligero del Nordeste y hace esa luz de tarde de verano se escucha perfectamente la megafonía de la playa de San Lorenzo. Se escucha nítida y el viento huele a calor, aunque ya sea finales de agosto y se necesite una chaqueta para los hombros.
Respirar, mirar un horizonte y sentirse bien. Es algo que debería hacerse más a menudo. Respirar y sentirse bien, y escuchar los murmullos que nos rodean. Lali siente la megafonía de la playa pero su hermana Antonia solo distingue el sonido del panadero antes de que llegue a la tercera curva de abajo. “Eso son lo menos cinco kilómetros”, se apresura a confirmar con mirada orgullosa. Antonia recoge y friega los aperos de matanza con destreza. Tarda poco en ofrecer un filete con patatas. Y tu estás allí y te apetece quedarte para toda la vida.

13 de abril de 2014

Recuerdos y no recuerdos (75 años y 50 días después)

Aquel hombre obligó al niño Fernando a mirar a su izquierda de un manotazo suave en la mejilla. El miró y junto al muro -según entras por la puerta del cementerio- vio amontonados varios cuerpos. No recuerda haber visto ninguna cara. No recuerda el número de hombres que allí yacían. No recuerda lo que durante mucho tiempo si recordó: el silencio solo roto por el taconeo de aquel hombre y su voz aguardentosa. Lo que no ha podido olvidar en 75 años y 50 días es la imagen de unas botas negras que se adivinaban bajo la montonera de muertos y que él conocía muy bien porque muchos domingos había sido el encargado de dejárselas impolutas a su tío, el hermano pequeño de su madre. Nunca se atrevió a decírselo a ella.

8 de abril de 2014

Cuando nos volvimos "pastelosos"

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“Seguro que crees que estamos locos”, me dijo Adrián justo antes de empezar a relatarme la idea que él y Graciela querían poner en marcha en Langreo. Escuché atentamente y la verdad, a mi no me sonó a locura. Todo lo contrario, me pareció valiente, muy valiente, porque la historia que Adrián me iba hilvanando entre sonrisas esperanzadoras era una historia de esas que nacen gracias a que el que la protagoniza hace caso solamente a las ganas que tiene de poner en marcha cosas bonitas sin escuchar a los pájaros de mal agüero que solo saben decirte que todo es negro o todo es blanco o todo es de una gama muy amplia de tristes grises donde no cabe la alegría. Así que su bendita locura y hasta el nombre que le pusieron “En tonos pastel” suena a lo que realmente es: Una bocanada de aire limpio y fresco. Como si siempre fuera primavera aunque en la calle esté nevando y el mundo es verdad que muchas veces es blanco y negro o, como mucho, de una gama de tristes grises.
De esto, del origen de “En tonos pastel” hace ya dos años. Dos años cargados de ideas que Adrián y Graciela han sabido trasladar como nadie a sus fantásticos escaparates (siempre marcando tendencia decorativa) y que ya son una parada obligada para los paseantes de Langreo y Mieres (sí, porque en este periplo de dos años hubo tiempo para “parir” otro “niño pastel” mierense). Hay algo que siempre consiguen los escaparates de “En tonos pastel” y es sacar una sonrisa al que los observa y los disfruta. (Y al hablar de los escaparates de En Tonos Pastel no podemos olvidar al ingenio del genio Emilio Paniceres).
 La cabeza siempre activa de estos Adrián y Graciela –insultantemente jóvenes- también ha logrado entrar hasta el fondo de otras cabezas, las de sus clientas (en femenino porque son las que más) enseñándonos la amplia paleta de colores (no siempre pastel) que se pueden encontrar en un jersey, en un abrigo o en unos zapatos. Y en todo, siempre, las redes sociales. Internet. Instagram, Facebook, Twitter…herramientas que consiguen que los fantásticos escaparates de los que antes hablábamos no solo se puedan disfrutar cuando una pasea por la calle Alférez Argüelles de La Felguera o calle La Vega de Mieres. En un solo click las novedades pastel, la moda pastel, las ideas, las esperanzas, los colores, y muchas más ideas y esperanzas y colores se pueden ver, se pueden comprar, en cualquier sitio del mundo (tienda on-line –el tercer “hijo”- mediante).
Dos años ya y no, no parece que fuera ayer. En realidad parece que llevan ahí toda la vida mimando nuestros gustos, trayéndonos a las cuencas mineras una moda que antes ni siquiera podíamos soñar con encontrar por aquí y siendo esa clase de tiendas donde vas a comprar una cosa y posiblemente salgas con dos o vas a comprar un regalo y el envoltorio, ¡ay el envoltorio!, es que te da pena hasta abrirlo. Sí, tal parece que llevan ahí toda la vida pero en realidad es que llevábamos toda la vida esperándolos.



¿No es para comérselos como si fueran pasteles?.